Trabajar en lo que no crees. ¿Sí o no?

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Estás plácidamente en tu despacho y te llega un cliente potencial que para colmo conoces un montón y que te cuenta una historia super marciana de una tienda online que está montando para vender un mecanismo especial para desatascar puertas de aparcamientos (me lo acabo de inventar). Se va a hacer rico y te dice que te va a hacer rico a ti también… Pero tú no lo ves claro.

Le pides que te dé un par de días para analizarlo todo. Buscas competencia, referencias, volúmenes de búsqueda, públicos en redes sociales, webs para segmentar en la red de Display de Google… Y sigues sin verlo. Te armas de valor y quedas para decírselo. Se lo explicas todo y, además, le pides que te aclare cuál es la propuesta de valor real de su producto y te das cuenta de que no lo tiene claro. Pero tiene pasta, un porrón de pasta para invertir en la campaña. A pesar de la pasta, sigues sin verlo.

Visto que no hay volúmenes de búsqueda, que la propuesta de valor es confusa y el que funcionamiento del dispositivo y el valor que aporta para el consumidor final tampoco están claros, le dices al cliente potencial que es mejor que busque otros canales, no necesariamente online para su producto, pero insiste: quiere intentarlo en internet.

¿Qué le contestas entonces?

a) Que sí, claro. Acabo con su dinero y luego que me busque. Total, el producto no va a dar de sí.
b) Que por mucho que se emocione, se va a acabar comiendo los mocos y los mecanismos para desatascar las puertas. Mejor ser directo y dejarle claro que con ese producto que lleva años trabajando no va a hacerse rico ni a cubrir gastos. No se puede vender a millennials, no hay mercado.
c) Que crees que no va a funcionar, pero que tal vez merece la pena probar con una inversión moderada, tratar de segmentar lo mejor posible y darle un par de semanas para ver si debemos seguir insistiendo o si nos apuntamos al buzoneo en las puertas de los aparcamientos.

Aunque no creas del todo en la viabilidad de lo que estás haciendo, creo que si has dejado clara tu postura ante el cliente y le has manifestado tus dudas, los contras y los costes que puede acabar teniendo la campaña, ¿por qué no intentarlo? Con honestidad por delante, eso sí.

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